Con la inauguración el pasado 24 de septiembre del ya
conocido como “Puente de la Pepa” en Cádiz sale a la luz un tema candente y que
levanta muchas suspicacias entre los ciudadanos de todo el país: el precio de
una obra de semejante magnitud.
El puente fue presupuestado en principio por una cantidad de
unos 273 millones de euros, se habla que el precio final del mismo ha superado
los 510 millones, una cifra, sin duda alguna, espeluznante.
¿Qué es lo que hace que una obra civil sea tan cara?
Normalmente cuando una persona viaja por una carretera o una
vía férrea no tiene en cuenta la importancia de la obra que hay que realizar
para conseguir un buen producto final donde imperen la calidad, la comodidad y,
por supuesto, la seguridad. A menudo “al pueblo” solo le llegan las cifras económicas,
como pasa en muchos otros sectores como son sanidad o educación, andamos
siempre más preocupados de los presupuestos que de lo que de verdad se hace con
ellos. De esta forma todo parece derroche y sobrecoste, pero seguimos sin
transmitir lo que de verdad se hace, lo que se realiza, el proceso intermedio
sigue siendo un punto flaco de nuestro sector a la hora de mostrárselo al
público, a la sociedad en general. Así no es de extrañar que la gente se lleve
las manos a la cabeza cuando decimos que un kilómetro de autovía (en situaciones
normales, sin puentes ni túneles) viene a costar 1 millón de euros o que ese
mismo kilometro pero trasladado a las vías de alta velocidad (AVE) se
incrementa hasta llegar a cerca de 16 millones.
¿Por qué aumenta tanto el precio final con respecto al
presupuesto inicial?
Para responder a esta pregunta necesitaríamos quizá un
master en economía, otro en gestión de proyectos y un último en gestión pública.
El trabajo de la ingeniería civil consiste en plasmar en un proyecto una idea,
algo que no existe, y, además, ponerle precio. Podría parecer fácil si lo que
tienes que hacer es levantar un muro de ladrillos, más o menos puedes calcular
(sin grandes errores) los ladrillos y el tiempo que necesitas para levantar el
muro, y aun así, siempre hay alguna pequeña modificación respecto a los planes
previstos. Pues apliquemos ahora eso a una obra donde en vez de un murito de
ladrillos tienes que hacer 1000 kilómetros de autovía, esas “pequeñas”
modificaciones e inconvenientes que surgían con el murito de ladrillos se
convierten en cambios enormes en una obra civil de importancia.
Otro de los motivos del sobrecoste de una obra viene dado
por “las bajas”. Las obras públicas son eso, públicas, y por ello salen a concurso
y las empresas privadas pujan para llevarse el gato al agua con el proyecto o
con la ejecución del mismo. Imaginemos que cierta administración saca a
concurso una obra pública por valor de 100, las empresas pujan, y por el método
actual se llevará la obra quien haga la mejor oferta sin llegar a una “baja
temeraria”. Imaginemos que la empresa que se queda la obra hace una oferta de
65. Ha rebajado un 35% el precio de una obra que la administración tasaba en
100, ¿Cómo va a conseguir que la obra pueda ejecutarse en condiciones de
calidad y seguridad?
Aquí es donde está el verdadero problema de los sobrecostes,
en que las administraciones permiten unas bajas altísimas a la hora de
adjudicar las obras y después las empresas exigen que se hagan “modificados” en
el contrato para poder terminar una obra porque ven que con sus 65 no llegan a
lo que tendría que haber sido 100, y muchas veces pasa incluso que nos acaba
costando 150, y digo costando porque la obra pública la pagamos todos.
¿Soluciones?
Sin duda alguna las soluciones a toda esta problemática pasan
por dos puntos fundamentales:
1.
Mayor control administrativo sobre la adjudicación
de los proyectos y obras y una menor permisividad a unos porcentajes de bajas
tan fuertes.
2.
Mejor gestión por parte de la empresa que proyecta
o ejecuta una obra, a veces perder 10 minutos en pensar cómo hacer mejor una
cosa nos ahorra un año de tiempo y mucho dinero de por medio.